La tapa.
La mañana del 31 de diciembre me preparaba para agarrar carretera checando el agua y el aceite del carro. Todo en orden.
Tuvimos un viaje tranquilo.
Caro leía la más reciente edición de la revista Glamour y de vez en cuando me contába alguno de los artículos que le parecían interesantes.
Yo, cantaba a Jaguares, Belanova, Erick Rubín y hacía como que le escuchaba.
No paramos en todo el camino. Nuestro primer destino sería la Misión San José, una de las 4 antiguas misiones que todavía quedan como vestigios del pasado para recordarnos que en algún momento estas tierras fueron parte de México.
La salida del freeway era en la calle Roosevelt. La tomé y disminuí la velocidad hasta hacer alto en el semáforo.
Caro llamó mi atención hacia un olor que percibió saliendo del motor.
Generalmente, mi primer reacción ante lo imprevisto, es la negación.
Al ponerse la luz en verde, viramos a la izquierda y el olor se hizo más perceptible. Olía a anticongelante.
Seguí avanzando, pero ya sin prestarle atención al camino, tratando de adivinar a qué se debía el olor....tendría alguna fuga el radiador, o el depósito del antifreeze.
Caro me dijo que olía a quemado.
Bajé aún más la velocidad, dí vuelta a la derecha en una calle que aparentaba ser menos transitada que la que circulabamos.
Del cofre empezó a salir humo. Caro se asustó. "Se está quemando!", dijo.
Me detuve y salí del auto mientras me preguntaba que podía ser. Era muy extraño, el tablero nunca indicó que el motor estuviera sobrecalentandose.
Había checado todo en la mañana antes de salir. Le había hechado agua y checado los niveles de aceite y demás líquidos.
Abrí el cofre, con la incertidumbre de quien abre un sobre con resultados de análisis médicos.
Ví un poco más de humo y el motor en algunas partes salpicado de un líquido verde....agua y antifreeze.
Debajo del carro, más líquido verde.
Pero de donde se puede estar sa....
La tapa!
Dónde está la tapa del radiador?!
En ese instante me insulté una y cien veces al darme cuenta del grave descuido que había tenido.
Al hecharle agua al radiador por lamañana, olvidé volver a ponerle la tapa. En ese momento, podría estar en el estacionamiento de la casa o en cualquiera de las 200 millas que separan Houston de San Antonio.
Por alguna razón que quizá tiene que ver con el carro manteniendo siempre una velocidad más o menos constante y sin detenerse, no se tiró el agua ni se calentó el carro sino hasta que nos detuvimos en el semáforo.
La cuestión era...y ahora qué hago?.....Cuando suceden este tipo de cosas, lo primero que haces es visualizar el futuro y lamentarte al darte cuenta de que tus planes simplemente no se van a realizar de la manera en que los habías ideado.
Me preguntaba donde rayos habría una refaccionaria o una agencia de Ford para tratar de conseguir la dichosa tapa.
Miré a mi alrededor. Vaya buena suerte la mía, que justo donde me detuve, sobre la misma acera, había un lote de autos usados.
Me acerqué para indagar sobre la refaccionaria o la agencia. Debido al giro de su negocio, seguro sabrían a donde dirigirme.
El encargado me preguntó si se me había roto alguna manguera. Le expliqué, que siendo yo un estúpido, olvidé ponerle la tapa al radiador.
En realidad, omití la parte en la que yo intervenía perdiéndolo y le dije que inexplicablemente la tapa del radiador había desaparecido...o algo así.
Está bien que yo reconozca ser estúpido, pero de ahí a que todo el mundo lo sepa, hay una gran diferencia.
Sorprendentemente, lo que hizo este señor no fue pensar en cual refaccionaria me quedaba mas cerca, sino tratar de recordar si tendría dentro de sus cachibaches alguna tapa similar a la que yo necesitaba.
Vaya buena suerte la mía, que, en efecto tenía una, la cual enbonó a la perfección en mi radiador.
Por si esto fuera poco, al preguntarle que cuanto le debía, me dijo que no era nada. Incluso me regaló agua para reponer la que se había tirado.
Dime si acaso este tipo de coincidencias no son cuadros pintados por Dios para recordarnos que nunca nos abandona.
Gracias a este amable encargado del lote de autos Caro y yo pudimos disfrutar de nuestro fin de semana tal y como lo habiamos planeado....o quizá más.
En nuestro camino de regreso a Houston, la tarde de ayer, todavia dentro de uno de los suburbios que rodean San Antonio, vimos a un señor afroamericano que tenia su carro estacionado en una esquina. La cajuela del carro abierta, dentro de ella una bocina de mediano tamaño que estaba conectada al microfono que él usaba, mientras parado sobre un improvisado templete al lado del carro, leia algún versículo de la Biblia. No pude identificar cual era.
Lo curioso es que nadie, absolutamente nadie, estaba ahí escuchándole. La calle estaba vacía, parecía un barrio desierto.
Pero él, movido quizá por sus ganas de compartir con el universo la palabra del Señor, seguía leyendo aquél pasaje con el mismo fervor como si frente a él tuviera una multitudinaria audiencia.
De la misma manera, hoy quize compartir contigo este pasaje de mi vida reciente, el cual tal vez, como en el caso de este señor, nadie escuche. Pero aún así, dentro de mí sentí la necesidad de compartir con el Universo, lo grande que es nuestro Dios y lo mucho que nos apapacha.
La mañana del 31 de diciembre me preparaba para agarrar carretera checando el agua y el aceite del carro. Todo en orden.
Tuvimos un viaje tranquilo.
Caro leía la más reciente edición de la revista Glamour y de vez en cuando me contába alguno de los artículos que le parecían interesantes.
Yo, cantaba a Jaguares, Belanova, Erick Rubín y hacía como que le escuchaba.
No paramos en todo el camino. Nuestro primer destino sería la Misión San José, una de las 4 antiguas misiones que todavía quedan como vestigios del pasado para recordarnos que en algún momento estas tierras fueron parte de México.
La salida del freeway era en la calle Roosevelt. La tomé y disminuí la velocidad hasta hacer alto en el semáforo.
Caro llamó mi atención hacia un olor que percibió saliendo del motor.
Generalmente, mi primer reacción ante lo imprevisto, es la negación.
Al ponerse la luz en verde, viramos a la izquierda y el olor se hizo más perceptible. Olía a anticongelante.
Seguí avanzando, pero ya sin prestarle atención al camino, tratando de adivinar a qué se debía el olor....tendría alguna fuga el radiador, o el depósito del antifreeze.
Caro me dijo que olía a quemado.
Bajé aún más la velocidad, dí vuelta a la derecha en una calle que aparentaba ser menos transitada que la que circulabamos.
Del cofre empezó a salir humo. Caro se asustó. "Se está quemando!", dijo.
Me detuve y salí del auto mientras me preguntaba que podía ser. Era muy extraño, el tablero nunca indicó que el motor estuviera sobrecalentandose.
Había checado todo en la mañana antes de salir. Le había hechado agua y checado los niveles de aceite y demás líquidos.
Abrí el cofre, con la incertidumbre de quien abre un sobre con resultados de análisis médicos.
Ví un poco más de humo y el motor en algunas partes salpicado de un líquido verde....agua y antifreeze.
Debajo del carro, más líquido verde.
Pero de donde se puede estar sa....
La tapa!
Dónde está la tapa del radiador?!
En ese instante me insulté una y cien veces al darme cuenta del grave descuido que había tenido.
Al hecharle agua al radiador por lamañana, olvidé volver a ponerle la tapa. En ese momento, podría estar en el estacionamiento de la casa o en cualquiera de las 200 millas que separan Houston de San Antonio.
Por alguna razón que quizá tiene que ver con el carro manteniendo siempre una velocidad más o menos constante y sin detenerse, no se tiró el agua ni se calentó el carro sino hasta que nos detuvimos en el semáforo.
La cuestión era...y ahora qué hago?.....Cuando suceden este tipo de cosas, lo primero que haces es visualizar el futuro y lamentarte al darte cuenta de que tus planes simplemente no se van a realizar de la manera en que los habías ideado.
Me preguntaba donde rayos habría una refaccionaria o una agencia de Ford para tratar de conseguir la dichosa tapa.
Miré a mi alrededor. Vaya buena suerte la mía, que justo donde me detuve, sobre la misma acera, había un lote de autos usados.
Me acerqué para indagar sobre la refaccionaria o la agencia. Debido al giro de su negocio, seguro sabrían a donde dirigirme.
El encargado me preguntó si se me había roto alguna manguera. Le expliqué, que siendo yo un estúpido, olvidé ponerle la tapa al radiador.
En realidad, omití la parte en la que yo intervenía perdiéndolo y le dije que inexplicablemente la tapa del radiador había desaparecido...o algo así.
Está bien que yo reconozca ser estúpido, pero de ahí a que todo el mundo lo sepa, hay una gran diferencia.
Sorprendentemente, lo que hizo este señor no fue pensar en cual refaccionaria me quedaba mas cerca, sino tratar de recordar si tendría dentro de sus cachibaches alguna tapa similar a la que yo necesitaba.
Vaya buena suerte la mía, que, en efecto tenía una, la cual enbonó a la perfección en mi radiador.
Por si esto fuera poco, al preguntarle que cuanto le debía, me dijo que no era nada. Incluso me regaló agua para reponer la que se había tirado.
Dime si acaso este tipo de coincidencias no son cuadros pintados por Dios para recordarnos que nunca nos abandona.
Gracias a este amable encargado del lote de autos Caro y yo pudimos disfrutar de nuestro fin de semana tal y como lo habiamos planeado....o quizá más.
En nuestro camino de regreso a Houston, la tarde de ayer, todavia dentro de uno de los suburbios que rodean San Antonio, vimos a un señor afroamericano que tenia su carro estacionado en una esquina. La cajuela del carro abierta, dentro de ella una bocina de mediano tamaño que estaba conectada al microfono que él usaba, mientras parado sobre un improvisado templete al lado del carro, leia algún versículo de la Biblia. No pude identificar cual era.
Lo curioso es que nadie, absolutamente nadie, estaba ahí escuchándole. La calle estaba vacía, parecía un barrio desierto.
Pero él, movido quizá por sus ganas de compartir con el universo la palabra del Señor, seguía leyendo aquél pasaje con el mismo fervor como si frente a él tuviera una multitudinaria audiencia.
De la misma manera, hoy quize compartir contigo este pasaje de mi vida reciente, el cual tal vez, como en el caso de este señor, nadie escuche. Pero aún así, dentro de mí sentí la necesidad de compartir con el Universo, lo grande que es nuestro Dios y lo mucho que nos apapacha.
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